Aunque parezca mentira, los lunes tienen una cosa buena.
Los lunes nos dan esa distancia para mirar la semana con perspectiva y preguntarnos: ¿Cómo voy a enfocarla esta vez?
Aunque tendamos a cogerla con ganas, a veces nuestro estado de ánimo influye a la hora de responder esta pregunta. Porque hay días que cuesta más, y días que cuesta menos…
Y es que no es fácil vivir con EM y pretender estar siempre en la cresta de la ola. Siempre sonriendo. Siempre activos. Siempre mostrando lo fuertes que somos. A veces estamos tristes.
Y claro que sí. Sonreímos, nos sentimos activos y somos fuertes. Es una realidad.
Pero el miedo es otra realidad cuando hablamos de la EM.
Y existe, sin duda, el derecho a sentir ese miedo. Existe el derecho a dudar de nuestras capacidades, o a perder por momentos la confianza en que todo saldrá bien. Porque hay sentimientos que no podemos controlar.
Es casi imposible no maldecir de vez en cuando la EM.
Pero ¿qué pasaría si nos quedáramos siempre en ese punto? ¿Si mantuviéramos siempre ese sentimiento?
¿Qué pasaría si el miedo nos invadiera de tal forma, que no pudiéramos ver más allá?
¿Y si perdiéramos la sonrisa por completo?
Una cosa es tener miedo, y otra es quedarse en él.
Tener miedo es tener la libertad de sentirnos inseguros por momentos, tener el derecho de bajar la guardia un rato, un día, dos días, porque es cansado luchar siempre. Quedarse en el miedo es perder esa libertad para escoger cómo vamos a afrontar esta semana, perder la mágica oportunidad de disfrutar de las pequeñas cosas que un día como hoy puede regalarnos.
Y es que a pesar de todo, tengamos un buen día o no, nuestra voz grita que luchemos. Contra todo pronóstico.
«Sólo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar.»
(Paulo Coelho)
Una Respuesta
Todos tenemos muchos miedos pero lo importante es saber afrontarlos y seguir adelante con valentía. ADELANTE VALIENTES.