Este mes hace 5 años desde que pisé con pies firmes la cima del Kilimanjaro. Y echando la vista atrás, cada vez tengo más claro que la mejor parte de esa aventura, no fue la llegada a la cima, sino el viaje que hice al mismo tiempo a las entrañas de la Esclerosis Múltiple.
La Esclerosis Múltiple es un laberinto infinito. Tan pronto crees tenerlo todo controlado, como te encuentras una calle sin salida y vuelves a verte, de pronto, en el punto de salida.
Ya hace 13 años que mi vida pasó de ser una vida normal, a una vida con Esclerosis Múltiple. Y hace 5 años que mi vida con Esclerosis Múltiple pasó de ser una vida de miedos, a una vida de lucha.
No necesité pisar la cima para comprender por qué tenía que formar parte de esta batalla. No necesité caminar durante horas, cargar grandes mochilas y curarme las heridas. Porque la lucha contra la Esclerosis Múltiple la llevé por dentro, y nació el segundo en el que dije SÍ a enfrentarme a una montaña de 5.892metros. Dije SÍ a enfrentarme a lo desconocido.
Aquel día supe que ya no habría vuelta atrás. Que enfrentarme a esa montaña era enfrentarme al miedo que me daba la Esclerosis Múltiple. Y desde entonces, cada vez que he dudado de mi fuerza para seguir enfrentándome a ella, me he recordado a mí misma que la respuesta a esta lucha va encontrar de mí sólo es una: tirar hacia adelante. Tirar siempre hacia adelante.
Hoy hace 5 años de todo aquello. Y hoy sé que la fuerza que tengo para enfrentarme a la Esclerosis Múltiple no la encontré en la cima del Kilimanjaro. La llevaba dentro desde el principio.
Una Respuesta
Yo tengo esclerosis múltiple desde hace 12 años y aún hoy paso la mayor parte de los días urdida por esta enfermedad que se que no voy a poder con ella.